CAPITULO X HIMNO
DEL GRIAL
De
regreso ya del baño tan delicioso y agradable, se ve pasar la litera del rey rumbo
al castillo de Monsalvat.
El
venerable anciano Gurnemanz se une al cortejo invitando bondadoso, para el
festín sagrado, al mancebo.
Es necesario
que el muchacho también reciba los beneficios del Grial...
"Apenas
marchamos y siento, sin embargo, que he andado ya lejos", dice Parsifal.
El
viejo encanecido en la sabiduría respóndele con gran acierto: "Ya lo ves,
hijo mío: El tiempo es aquí espacio...".
El
tiempo en sí mismo es la cuarta dimensión, eso es ostensible...
La
cuarta coordenada resúmese en dos aspectos totalmente definidos: el temporal y
el espacial.
Es
incuestionable que el aspecto cronométrico de la cuarta dimensión viene a ser tan
sólo la superficie.
Es
indubitable que el aspecto espacial de la cuarta vertical está en el fondo...
Dentro
del mundo tridimensional en que vivimos existe siempre una cuarta vertical y
ésta en sí misma es el tiempo.
En la
eternidad no hay tiempo...
Es claro
que lo eternal viene a ser la quinta dimensión, tú lo sabes...
En la
eternidad todo se procesa dentro del eterno ahora...
¿Habéis
oído hablar de eso que está más allá del tiempo y de a eternidad? Es claro que
existe la sexta dimensión...
¿Y qué
diremos de la dimensión cero desconocida? ¿Espíritu Puro? ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!...
El
viejo Gurnemanz con esa sabiduría blanqueada por el tiempo, lo entendía todo y
sabiamente conducía al hijo de herzeleide hasta el Santo Grial...
La
escena va transformándose lentamente a medida que el viejo Maestro y su joven
discípulo avanzan.
Ya
dejan abajo el bosque solitario, y entre ambos escalan pacientemente la
monstruosa mole de granito.
Poco a
poco se van oyendo cada vez mejor la suave llamada de las trompetas y el
augusto toque de las campanas del templo...
Finalmente
llegan Maestro y discípulo a un precioso salón, cuya cúpula majestuosa se
pierde en la altura...
Parsifal
enmudece extasiado ante tan divina magnificencia imposible de describir con
palabras...
En el
fondo se abren dos anchas puertas llenas de gloria por donde entran los
caballeros del
Grial...
Los
varones de la luz se van colocando ordenadamente ante dos largas mesas
enmanteladas, paralelas, entre las que queda en medio un espacio libre.
En las
mesas de la dicha hay cálices o copas, pero no manjares deliciosos.
Por
otra parte aparecen valientes escuderos y hermanos de servicio humilde que
traen al rey
Amfortas
en su litera, y ante él, algunos niños puros cual los ángeles de sonrosada
faz...
Estas
criaturas traen un arca cubierta con tela purpúrea, dentro de la cual se
esconden los misterios del sexo.
La
sublime comitiva coloca al rey Amfortas en un lecho del fondo, bajo un dosel y
sobre la mesa de mármol que está delante del arca sagrada...
La
congregación de la luz entona así... dichosa, desde los diversos lugares del
templo, el himno del Grial, que dice:
"Día
por día, dispuesto para la última cena del Amor Divino, el festín será
renovado, cual si por última vez hubiese hoy de consolarle para quien se haya
complacido en las buenas obras.
Acerquémonos
al ágape para recibir los dones augustos".
"Así
como entre dolores infinitos corrió un día la sangre que redimió al mundo, sea
mi sangre derramada con corazón gozoso por la causa del Héroe Salvador. En
nosotros vive, por su muerte, el cuerpo que ofreció para nuestra
salvación..."
Viva
por siempre nuestra fe, pues que sobre nosotros se cierne la paloma, propicia
mensajera del Redentor. Comed del pan de la vida y bebed del vino que para
nosotros manó...".
CAPITULO XI LA SANTA
RELIQUIA
|
Al
expirar en el misterio las notas postreras de los delicados cánticos y cuando todos
los augustos caballeros de aspecto divinal han ocupado sus asientos junto a las
sacras mesas, sigue un silencio imponente...
Iba
toda desnuda la visión estupenda con blancores de nardo, atrayente y fatal...
Exótico
misterio...
Desde
un fondo profundo, como saliendo de la negra sepultura se oye la voz del viejo
Titurel...
Ordena
a su hijo imperativamente, descubrir el Santo Grial para contemplarle por última
vez.
Amfortas
se resiste y dice: "¡No! ¡Dejadlo sin descubrir! ¡Oh! ¿Será posible que
nadie sea capaz de apreciar esta tortura que sufro al contemplar lo que a
vosotros embelesa?...".
"¿Qué
significa mi herida, qué el rigor de mis dolores, ante la angustia, el suplicio
infernal de verme condenado a esta misión atroz?...".
"Cruel
herencia, que se me encomienda, único delincuente entre todos... guardián de la
santa reliquia...".
Necesito
implorar la bendición para las almas puras...".
"¡Oh
castigo, castigo sin igual que me envía el Todopoderoso a quien ofendí
terriblemente!...".
"Por
él, por el Señor, por sus bendiciones y mercedes he de suspirar con ansia
vehemente...".
"Sólo
por la penitencia, sólo por la más honda contricción del alma, he de llegar
hasta EL...".
"La
hora se acerca, un rayo de luz desciende para iluminar el Santo Milagro; el
velo cae...".
"Con
poder esplendoroso brilla el contenido Divino del vaso consagrado...".
"Palpitando
en el dolor del supremo deleite, siento verterse en mi corazón la fuente de la
sangre celestial...".
"Y
el hervor de mi propia sangre pecadora habrá de refluir en torrente loco, y
derrarmarse, con pavor horrendo, por el mundo de la pasión y del delito".
"De
nuevo rompe su prisión y mana caudalosa de esta llaga, a la suya semejante,
abierta por el golpe de la misma lanza que allá infirió al Redentor, esa herida
con que lloró en lágrimas de sangre, por el oprobio de la humanidad en el
anhelo de su Divina compasión".
"Y
ahora, de esta herida mía, en el más santo lugar, custodio yo de los Bienes
Divinos, guardían del bálsamo de redención, brota la hirviente sangre del
pecado, renovada siempre en la fuente de mis ansias, que ninguna expiación
puede, ¡ay!, extinguir ya...".
"¡Piedad!
¡Compasión! ¡Tú, el Todo Misericordioso, ten lástima de mí! ¡Líbrame de esta herencia,
ciérrame esta herida y haz que sanado, purificado y santificado pueda yo morir
para tí...".
"No
sé quién soy realmente en esta llama cruenta de angustia, de dolor, de goce y
llanto en que nace el Misterio de un encanto que destruye mi vida y la
alimenta, más presiento algo
terriblemente
Divino...".
"No
sé quién soy en esta red fatal de mi propia existencia que contempla con
asombro místico, peces de espuma en vértigos de espanto, y un venero de siglos
que levanto para saciar inútilmente esta sed insaciable que me
atormenta..."
"En
este mundo vano de tinieblas y amarguras infinitas, me interrogo con voz
desconocida que parece una voz ajena y grave...".
"¡Y
queda mi pobre razón desvanecida, mísera sombra del pecado!...".
"Amfortas
cae desmayado después de estas palabras, y es descubierto el Santo
Grial...".
Cuentan
viejas tradiciones que se pierden en la noche de los incontables siglos, que
cuando aquel eximio varón sublime sacó el cáliz sagrado -símbolo perfecto del
YONI femenino-, un denso crepúsculo, -la niebla sexual del Tabernáculo Hebreo-,
se esparció deliciosamente por todo el ámbito maravilloso de el Santuario.
Esto
nos recuerda al SAHAJA-MAITHUNA en el instante supremo... Los Misterios del
LINGAM-YONI
son terriblemente Divinos...
Desde
arriba, del cielo, de Urania, desciende un purísimo rayo de luz que al caer
cobre el cáliz le hace brillar con un esplendor purpúreo, infinito,
inagotable...
Amfortas
sabe usar la cruz fálica y con el semblante transfigurado levanta el Grial en
alto y bendice el pan y el vino de la transubstanciación.
Los
coros resuenan deliciosamente amando y adorando.
Amfortas
vuelve a depositar en el arca la sagrada ascua que va palideciendo lentamente a
medida que se disipa de nuevo el espeso crepúsculo sexual...
"El
pan y el vino es repartido por las mesas, a las que todos se sientan, excepto
Parsifal que permanece en pie y en éxtasis, del que sale al fin tan sólo por
los lamentos de Amfortas, por los que sufre, el joven, mortal espasmo. Gurnemanz
creyéndole embrutecido e inconsciente a todo aquello, le agarra por un brazo y
le arroja brutalmente del recinto sagrado mientras se extinguen en el espacio
las voces de jóvenes, niños y caballeros que cantan la santificación en la Fe y
en el Divino Amor".
SAMAEL AUN WEOR
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